3.
Me preguntas por qué razón Pitágoras se abstenía de comer carne, pero yo me pregunto, más bien, cuál era el sentimiento, el estado mental o anímico del hombre que por vez primera se acercó a la boca una carne asesinada, del hombre que se atrevió a llevarse a los labios la carne de un animal muerto, y qué hizo que se sirvieran en su mesa cadáveres en putrefacción […] quizá los primeros hombres que comenzaron a comer carne lo hicieron empujados por el hambre y la necesidad […] de modo que si ahora recuperaran el sentimiento y la palabra podrían decirnos: ¡Oh, qué felices y amados de los dioses sois vosotros, los que ahora vivís! ¡En qué tiempos de abundancia nacisteis!
[…]
Nada tiene, pues, de asombroso que, contra los dictados de la naturaleza, comiéramos carne de animales, habida cuenta que entonces se comía tanto el musgo como la corteza de los árboles, y era un hallazgo feliz encontrar algunas raíces verdes de grama o de brezo. Y cuando los hombres tropezaban casualmente con bellotas o castañas, bailaban de alegría en torno a un roble o un pino, al son de alguna canción, invocando a la «madre nutricia», a la tierra que les daba la vida […] Pero ahora, ¿qué rabia y qué furor os incitan a cometer tanto crimen, cuando estáis saciados de tan gran afluencia de cosas necesarias para la vida?
SOBRE LA ABSTINENCIA
Porfirio (232 D.C.)
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Parece ser incalculable el tiempo transcurrido desde que el pueblo más sabio de todos —como dice Teofrasto—, que habitaba la muy sagrada tierra fundada por el Nilo, comenzó a ofrendar a los dioses celestiales […] mirra, laurel e incienso con azafrán […] en un principio no se hacían sacrificios sino de césped, tal como si recolectaran con sus manos la flor y nata de la fértil naturaleza. Porque la tierra produjo árboles antes que animales, y, mucho antes que los árboles, una hierba que se renovaba anualmente, cuyas hojas, raíces y toda la vegetación que brotaba de la naturaleza cortaban y quemaban […] Con el tiempo el modo de vida evolucionó hacia un tipo de alimentación […] y sacrificios de frutos de cultivo, lo que dio lugar a que se dijera: «basta de bellotas».
[…]
De los demás seres vivos no prohibieron matar a ninguno aquellos primeros hombres que determinaron lo que debíamos y no debíamos hacer.
[…] Pero con el paso del tiempo y el aumento masivo de la especie, como consecuencia de las relaciones entre sus miembros, tras la expulsión de los seres de otras especies y el fin de su convivencia, entre los hombres algunos reflexionaron sobre el interés dentro de las comunidades […] ¿por qué motivo abstenerse de comer seres animados? […] si no es impío el que corta las plantas, tampoco lo es el que mata animales.
SOBRE LOS HUESOS DE LOS MUERTOS
Olga Tokarczuk
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Pero ¿por qué deberíamos ser útiles y por qué motivo? ¿Quién dividió el mundo en inútil y útil, y con qué derecho? ¿No tiene derecho a la vida el cardo, ni el ratón que come el grano en un almacén? ¿Qué pasa con las abejas y los zánganos, las malas hierbas y las rosas? ¿Qué intelecto pudo haber tenido la audacia de juzgar quién es mejor y quién peor? Un árbol grande, torcido y lleno de agujeros, sobrevive durante siglos sin ser talado, porque no se puede hacer nada con él. Este ejemplo debería levantar el ánimo de personas como nosotros. Todo el mundo sabe el beneficio que se puede obtener de lo útil, pero nadie sabe el beneficio que se puede obtener de lo inútil.
COMER ANIMALES
Jonathan Safran Foer
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¿Cuán destructiva tiene que ser una preferencia culinaria antes de que decidamos comer otra cosa? Si contribuir al sufrimiento de miles de millones de animales que viven vidas miserables y (muy a menudo) mueren de maneras horribles no es motivador, ¿qué sería? Si ser el principal contribuyente a la amenaza más grave que enfrenta el planeta (el calentamiento global) no es suficiente, ¿qué lo es? Y si te sientes tentado a posponer estas cuestiones de consciencia, a decir no ahora, ¿cuándo?
THE LIVES OF ANIMALS
J.M. Coetzee
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Lo digo abiertamente: estamos rodeados por una empresa de degradación, crueldad y matanza que rivaliza con todo lo que el Tercer Reich fue capaz de hacer, e incluso la empequeñece, en el sentido de que la nuestra es una empresa sin fin, autorregeneradora, que trae conejos, ratas, aves de corral y ganado sin cesar en el mundo con el fin de matarlos.
Los animales comparten con nosotros el privilegio de tener alma.
[…]
¡Qué crimen hundir entrañas en las propias entrañas, engordar con avidez el propio cuerpo con otro cuerpo y vivir de la muerte de un ser vivo como nosotros! En medio de tanta riqueza como la Tierra, la mejor de las madres, provee, nada en verdad te satisface […] No puedes aplacar el antojo de tu glotón estómago más que destruyendo la vida de otro.
[…]
Mientras el hombre continúe siendo el destructor despiadado de otros seres no conocerá la salud ni la paz. Mientras el hombre masacre animales, se matarán unos a otros. Ciertamente, aquél que siembra la semilla del asesinato y dolor no puede cosechar gozo y amor.
A VINDICATION OF NATURAL DIET
Percy Shelley (1814)
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El hombre y los otros animales a quienes ha afligido con su enfermedad o depravado por su dominio, están también enfermos. El bisonte, el cerdo salvaje, el lobo, están perfectamente libres de enfermedades e invariablemente mueren por violencia externa o por vejez madura. Pero el cerdo doméstico, la oveja, la vaca, el perro, están sujetos a una increíble variedad de enfermedades y, como los corruptores de su naturaleza, tienen médicos que prosperan con sus miserias. La supereminencia del hombre es […] la supereminencia del dolor […] ¿Cómo pueden reconciliarse las ventajas del intelecto y la civilización con la libertad y los puros placeres de la vida natural? ¿Cómo podemos tomar los beneficios y rechazar los males del sistema que ahora está entretejido con la fibra de nuestro ser? Creo que la abstinencia de alimentos animales […] nos capacitaría en gran medida para la solución de esta importante cuestión.
Que el defensor de la comida animal se obligue a sí mismo a un experimento decisivo sobre su idoneidad y, como recomienda Plutarco, desgarre un cordero vivo con los dientes y, hundiendo su cabeza en sus entrañas, sacie su sed con la sangre que fluye. Cuando esté fresco de este acto de horror, que vuelva al instinto irresistible de la naturaleza que se alzaría en juicio contra él y diría: ‘La naturaleza me formó para un trabajo como este’. Entonces, y sólo entonces, sería coherente.
[…]
Por todo lo que es sagrado en nuestras esperanzas para la raza humana, conjuro a los que aman la felicidad y la verdad a que den un juicio justo al sistema vegetal […] A las víctimas miopes de la enfermedad les resulta más fácil paliar sus tormentos con medicamentos que prevenirlos con un régimen […] cuando esté claro que los que viven naturalmente están exentos de una muerte prematura, los más estúpidos de la humanidad sentirán preferencia por una vida larga y tranquila, en contraste con una vida corta y dolorosa. En promedio, de sesenta personas, cuatro mueren cada tres años. Se abrigan esperanzas de que, en abril de 1814, se dará una declaración de que sesenta personas, todas después de haber vivido más de tres años a base de vegetales y agua pura, gozan entonces de perfecta salud. Ya han pasado más de dos años, ninguno de ellos ha muerto.
THE SEXUAL POLITICS OF MEAT
Carol Adams
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